El más allá de las palabras (del que sin embargo no se sabe nada) por Fabián Soberón

 





El más allá de las palabras (del que sin embargo no se sabe nada) 

Sobre La punta de la lengua, de Gabriel Martino 


Por Fabián Soberón


   Como un equilibrista de los recuerdos, el narrador de La punta de la lengua organiza el relato siguiendo un zigzag entre la vida de los abuelos y la rememoración en primera persona de ese más allá extraño que es la infancia (Gianni Celati dixit: “El más allá de las palabras es la infancia de la que sin embargo no se sabe nada”). No se trata de una mera recuperación sino de una fructífera actividad lingüística, verbal. Martino construye un arcón hecho de analogías y metáforas, un orden llamativamente poético. Es decir, el narrador oscila entre el pasado de los otros y el propio –por momentos es el mismo– y se mueve con soltura entre la prosa evocativa (y refinada) y el poema elegíaco en prosa. Los capítulos breves componen un edificio que funciona por adición de escenas y atmósferas. Esta combinación acertada no resulta de una mixtura caprichosa sino del método que ha encontrado el autor para fundir en palabras eso que se escapa, siempre: el fulgor de la infancia y el ardor de la vejez, ese fuego que se apaga, lento.

   Gabriel Martino muestra, una vez más, que el pasado no está hecho de otra cosa que palabras. Pero a diferencia de la mera evocación de la crónica o de la repetida autobiografía, la habilidad verbal del autor le ha permitido convertir el pretérito en literatura.  

   Martino se ha permitido poner en boca de su narrador –un sujeto contenido y realista– una teoría de la vejez:


“Hay vejeces centrifugas y vejeces centrípetas, el abuelo iba reduciéndose a lo esencial, adhiriéndose al carozo para oponer menor resistencia a las corrientes del tiempo, e imagino, durar más sobre lo único que importaba, que era, después de todo, la vieja y conocida faz de la tierra”.

 

   Leemos, también, una imagen que compone el suave comportamiento animal de los niños frente al aluvión del tren:


“Cuando venía el tren había que romper la formación, desbandarse como gallinas aplaudidas”.


   En los paseos nocturnos, se perciben el aire negro y los insectos:


“Las chicharras estaban locas. Solo así podían cumplir esa labor que ignorábamos: perforar y perforar el túnel de los veranos, abriendo un boquete que permitiera, a quien supiera utilizarlo, los viajes intertemporales”.


   El narrador se permite la reflexión que sugiere la posibilidad fantástica:


“De no ser por las moscas que volaban por todos nosotros, quien sabe si las casas no hubieran intentado ellas mismas dar el salto que las pusiera en el aire…” 


   El narrador tiene clara conciencia de la operación literaria. Aunque su objetivo es dar cuenta del pasado vivido, tiene autoconciencia de la estrategia escrituraria. Dice a propósito de la diferencia entre el olor del horno de la abuela  –el olor real, como el limonero– y el recreado por la literatura:


“A veces algo está a punto de conjurarlo, casi viene, casi a sí mismo se trae, pero decae antes de corporizarse del todo como un fantasma… Casi viene, pero al final no viene nada, recula hacia el sitio elástico e inimaginable del que no pudo librarse”.


   Por esto y por las peripecias vitales y verbales que se pueden leer entre las páginas –los hallazgos verbales, las atmósferas–, recomiendo esta novela compuesta de instantes poéticos y evocaciones de la breve eternidad de la infancia, esa que está “más allá de las palabras”.





Fabián
 Soberón nació el 18 de junio de 1973 en Tucumán, Argentina. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Se desempeña como Profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine y como Profesor de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, en la que ha sido Profesor de Historia de la Música. En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones y ficciones suyas se difunden en ViceVersa (EEUU), Hispamérica (EEUU), Suburbano (EEUU), Ñ (Argentina), Infobae (Argentina), Perfil (Argentina), La Gaceta (Argentina), entre otras. Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015), Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), y Viral (compilada por Flavia Soldano, La docta ignorancia, 2020), entre otras, así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017). Fue traducido parcialmente al inglés, al francés y al portugués. Presentó sus libros y sus documentales en universidades y otros espacios de Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Islandia, Puerto Rico y Suecia. Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019), El instante (2011) y Edgardo H. Berg (2021, versión digital); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); la nouvelle Las gallinas (2019, versión online); el volumen 30 entrevistas (2017) y El viaje inmóvil. Cine del norte argentino (2021, versión digital). Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (Tucumán, 2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (2019) y Groppa. Un poeta en la ciudad (2020). Con los músicos Fito Soberon y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019).


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