La Ballesta pregunta: hoy responde Gabriel Martino







¿Qué estás leyendo por estos días?

Estoy leyendo La muerte del corazón, de Elisabeth Bowen (Javier Vergara, 1982), y los Cuentos de Manuel Rojas (Sudamericana, 1970), ese chileno que nació en Argentina y que escribió esa novela tan hermosa que Hijo de ladrón (1951).





¿Un libro que no te canses de recomendar, y por qué?

A bocajarro me sale contestar Las tiendas de color canela, de Bruno Schulz (1933), que leí hace muchos años, primero en una edición de Seix Barral,  que pese a ser traducción de una traducción francesa anterior, significó el inicio de un romance con los cuentos de este polaco que, como detalle de color, fue el  responsable de la ilustración de tapa de la primera edición de Ferdydurke, de Gombrowicz (1937). Después ya leí la traducción directa que publicó Siruela y que incluía su otro volumen de relatos El sanatorio de la clepsidra (1937).  

Yo era un lector más intuitivo que indiscriminado y empecé a leer a Schulz por olfato, sin saber nada o casi nada y esa falta de prejuicios me hizo caer en la trampa: se entra a sus cuentos pensando que la cosa va a desenvolverse de forma convencional, pero en algún momento, siempre tarde,  te das cuenta de que la araña de la maravilla había estado aprovechando las distracciones de la convención para envolverte con sus hilos ensalivados. 

Es un amor que deja con la boca abierta.

Ahora que pasaron los párrafos mi respuesta es otra: cualquier cosa de Cynthia Ozick y así podemos estar todo el día.


Si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué escritor te gustaría espiar desde atrás de un árbol?

Hace poco leí Anna Karénina (1878), en la excelente traducción de Victor Gallego (Alba, 2013) y al mismo tiempo acompañé sus mil páginas con el Toltoj de Pietro Citati (1983) y la lección que le dedica Nabokov en sus cursos de Wellesley y Cornell;  y me dieron unas ganas locas de espiarlo en la época en que escribía sus dos grandes novelas y estaba seguro de que era alguna clase de Dios. Aunque también me gustaría verlo en el período de los grandes sermones y la barba blanca guadañando el campo de algún campesino pobre, o más viejo como se lo ve en esos doce minutos de filmación que andan dando vueltas por ahí.  





¿Qué canción te produce un placer culpable?

Un velero llamado libertad de José Luis Perales.



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