Una casa de palabras, sobre Los viajes de ahora de Liliana Campazzo por Gabriel Martino





Como la colita rutera, cada vez menos frecuente, la poesía de Liliana Campazzo parece desprenderse de su carga estática, en las tendidas y enrevesadas extensiones patagónicas.

En A boca de pájaro (2011) se sigue un viaje, con ella al volante por supuesto, casi una road movie, para ver a su hija. Pero no por esa cualidad cinética tan suya queda fuera de la labor la otra modalidad exploratoria que entra en juego a la hora de sentarse a escribir: la contemplación. Libros como Escritos en el vidrio (2009) o Los viajes de ahora (2021), cada uno por sus propias razones,  se valen de la casa como lente de aproximación del mundo. 

Todas son miniaturas, destellos y es visible el intento de fijarlos, para que el poema parezca ocurrir con la misma concisión y a la misma velocidad con que se suceden los versos; con esa pericia que desarrolla el paisajista en su lucha por prolongar el momento de la luz.



La voz y la sonrisa se negaron a crecer y quedaron como estaban, de modo que todo lo dice con picardía e impunidad de niña. Ábrase Quieta para la foto (2003) y  antes de que el lector se dé cabal cuenta estará oyéndola porque los poemas se lee solos.

Los viajes de ahora, que incluye también A boca de pájaro, es un libro pandémico, de supervivencia; así lo demuestra la escena de Liliana en el garaje de su casa, escuchando música, sentada en el auto.



Ale Cortez lee el poema 37 de Los viajes de ahora



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